El anti-sobre mí de un copywriter argentino
(sospechado de robo y encubrimiento)
Hola, soy Ramiro.
- Viví en tres continentes.
- Escribo más de lo que hablo.
- Y mi peluquero me cobra cada vez más barato.
Aquí abajo te voy a contar algo que quizás no deberías saber.
Pero qué más da.
Era viernes por la noche, lo recuerdo bien, cuando recibí una llamada de mi mejor amigo que me iba a poner en una situación muy difícil.
— Che ¿Estás en mi casa? Me dice.
— No, estoy en la mía ¿Por?
Sus sospechas eran válidas. Yo tenía la llave de su casa, y a veces, cuando él no estaba, igual iba a “visitarlo” (la TV full HD y el frigorífico lleno eran lujos que a veces aprovechaba en su ausencia).
Solo que esta vez, no era yo.
— Me escribió mi vecina que escuchó un ruido muy fuerte. Haceme el favor de ir a ver. Dice que el ruido fue muy fuerte y están preocupados.
— Uf ¿En serio? No me hagas esto.
Respondí esperando escapar de la situación. Todo lo que tenía planeado hacer esa noche era fumar un porro y quedarme relajado a mirar una película. Y la primera parte ya estaba en marcha.
Le expliqué la situación y a pesar de no estar “al 100%” accedí a su pedido.
— Bueno, avisale a la vecina que voy en camino.
Su casa estaba a una cuadra de la mía. Era un edificio de ocho pisos, y los cuatro de la planta superior -donde mi amigo y su vecina compartían pasillo- eran de dos pisos.
Bzzzzzz.
— Hola.
— Sí, soy Ramiro, el amigo de Juan.
Aviso a la vecina que voy a subir para que no se asuste con mi llegada. Pero cuando salgo del ascensor me doy cuenta de que el estado de alerta ya se había decretado. La vecina y su novio, después de asomarse por la puerta para comprobar que era yo, salieron al pasillo a esperarme con un bate de béisbol en la mano.
— ¡Pasa, pasa!
Me indican que entre a su piso, y cierran la puerta detrás de mí.
(Mierda. Esto se está poniendo serio, me digo).
Me cuentan lo del ruido, que lo oyeron hace media hora, y desde entonces no se escuchó más nada.
El ruido fue MUY fuerte.
— Bueno, si no se oyó más nada, vamos a ver qué pasó.
Salimos los tres del piso y cruzamos el pasillo hasta la puerta “D”. Al poner la llave en la cerradura, miro hacia atrás y los veo haciendo una fila india.
El novio se asomaba por sobre mi hombro.
Y ella haciendo lo mismo al final.
Click.
La puerta se abre y… el lugar es un desastre.
Pero nada fuera de lo normal. Mi amigo es de esas personas que encuentran orden en el desorden.
Libros de medicina mezclados con folios sobre la mesa.
El sillón está cubierto de ropa y sábanas (todo limpio, en su defensa).
Y muchas otras cosas que ya eran parte del decorado de su casa.
Pero sí había algo fuera de lugar.
A los pies de la escalera estaba el reproductor de DVD y el estante que lo sostenía en el piso de arriba. En la pared de su habitación.
— ¡Acá está! Fue esto. Digo con alivio — Los tornillos cedieron y esto se cayó desde el piso de arriba.
Sin preguntarnos más nada, avisamos a mi amigo y volvimos cada cual a su casa.
Pero la historia no terminaba ahí, y el domingo por la noche mi teléfono volvió a sonar.
— ¿Qué tal el finde? ¿Ya volviste?
— Pelotudo. Me robaron.
La sangre abandonó mi cara y manos de inmediato. Retrocedo con la memoria para volver a revisar el piso de mi amigo por otros indicios de robo. Pero el Ramiro fumado, claramente, no llevaba todas las luces encendidas.
— ¡¿Qué?! Voy para allá.
Mientras camino con prisa hacia su casa no puedo evitar sentirme muy avergonzado.
Subo al octavo piso directamente, donde la puerta “D” estaba abierta y mi amigo, su vecina y el novio estaban haciendo un recuento de objetos faltantes. Pero en cuanto pongo el primer pie adentro del piso, me doy cuenta de algo muy evidente.
El desorden era fuera de lo normal.
El contenido de los cajones, como muchas otras cosas, estaban sobre la mesa y era muy fácil ver que alguien había hurgado.
(Los vecinos desconocían que tan desordenado era mi amigo y supongo que por eso se confiaron en mi opinión).
Pero eso no es todo.
— ¿Esto es lo que encontraste en el piso? Me pregunta, sosteniendo el reproductor de DVD.
— Sí.
Y sin decirme más nada, señala hacia la planta de arriba desde el pie de la escalera.
Y si ya estaba avergonzado, esto fue lo que colmó el vaso.
En la pared de su habitación, que se ve desde la planta de abajo, solo quedaba el soporte vacío de un TV. El que recién acababa de comprar.
Ahora, además de ser un descerebrado que fuma porros y no puede ver algo evidente, también me estaba convirtiendo en cómplice de un robo que no admitía discusión.
En la figura que le dio tiempo a los ladrones de escapar con el botín sin ninguna consecuencia, por idiota y fumaporros.
A lo que voy.
Si piensas que esto es un sincericidio y prefieres “enamorar a tus clientes con las palabras” mejor cierra esta ventana y ya.
A mí me estarás haciendo un favor.
A ti no, pero a mí sí.
Ahora si en cambio esta sección te da curiosidad y quieres saber cuál es la estrategia detrás de ella, déjame tu correo electrónico e inmediatamente pasarán tres cosas.
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