El “sobre mí” de un SEO copywriter sin abuela

Es cierto. Soy alto, guapo y divertido. Pero la capacidad de influenciar sobre la gente la descubrí el día que me dieron una paliza en el colegio.

A ver, yo en el fondo ya sabía sobre esa habilidad, pero ese día me gané la adoración de algunos profesores, la simpatía de algunos compañeros, y también una paliza por parte de otros.

Pero mejor te cuento cómo pasó.

Cuando tenía 11 años, uno de mis compañeros de escuela había repetido tantas veces que ya había cumplido 14.

Un día, bajo su silla, el chivato del curso encontró una caja de cigarrillos y un encendedor. Por supuesto, para él fue como encontrar un tesoro, así que levantó la mano y avisó a la maestra con una sonrisa en la cara.

O sea. Un aula de niños de 11 años, con un fumador infiltrado entre ellos.

Todos sabíamos que el descubrimiento traería consecuencias, pero no imaginamos que serían para todos. Pues el principal acusado negaba ser el propietario, y entonces la noticia llegó a dirección.

¿Resultado?

Decidieron que todos nos quedaríamos después de hora para ser torturados a preguntas. Al menos hasta que el culpable declare y lo sentencien a una semana de vacaciones.

Bien. Ahí estábamos todos en un cruce de acusaciones y defensas sin sentidos.

Algunos padres habían llegado, preocupados que sus hijos no se enlisten en el pelotón de los vicios a temprana edad; los maestros, más aburridos aún que nosotros; y el acusado, que esquivaba los argumentos de la fiscalía con un arte digno de estudio.

Pero yo ya estaba cansado. La escuela ya me aburría de por sí y ya quería irme a casa.

En fin, después de tantas idas y vueltas, ya no me pude contener.

Esperé el momento adecuado, levanté la mano, y expuse mi argumento de por qué el acusado era culpable. No recuerdo bien a lo que iba. Pero sí que el fumador se iba quedando sin palabras, y lo estaba acorralando.

Cada objeción que él presentaba, yo la derrumbaba.
Cada coartada, la descubría.
Y así. Y así. Y así.

Hasta que llegó el momento.

Sin más defensas, el acusado no pudo hacer otra cosa que admitir su crimen.

Todos lo celebramos en silencio, y yo lo viví casi como una victoria. Hasta algunas personas cruzaron miradas cómplices conmigo, como felicitándome. Todos fuimos liberados y pudimos regresar a nuestras casas.

Lo que yo no sabía, era que la felicidad me duraría hasta llegar a la esquina de mi casa, donde el condenado se reunió con sus colegas a esperar mi llegada.

El resto ya te lo imaginas, pero aquí va lo que te quiero contar con esta historia.

Desde pequeño tengo talento para evaluar la información, entenderla, y exponerla con claridad y certeza.

Aún no lo sabía, pero el mundo de las palabras era lo que mejor se me daba.

Después de eso, todo fue un viaje de ida:

– Estudié publicidad en Argentina, lo que me permite hablar el idioma de las marcas y saber cómo ejecutar campañas de comunicación.

– Mi primer trabajo en comunicación fue en una reconocida empresa, donde multiplicamos el principal indicador x 6.
Cuando todo iba de maravillas, renuncié y me fui de viaje. Muchos países -y trabajos- después decidí radicarme en España (actualmente mi principal mercado).

– Volví al mundo de la comunicación hace 4 años gracias al copywriting, que me permite ayudar a las marcas a mejorar su sus estrategias de atracción y ventas.

Mis inicios en comunicación. Iba a trabajar de traje, la corbata nunca pude usarla.
Como despedida en el club de voleibol me hicieron una tarta de cervezas. Conoce a tu audiencia.
En Copenague me pagaban por emborracharme todos los fines de semana. Todavía lo hago de vez en cuando, pero gratis.
En el Parque de las Aves en Brasil no me querían dejar salir. Decían algo sobre un tucán en fuga que no logré entender.