COPYWRITER FREELANCE

Si piensas que al contratar a un copywriter lo que vas a obtener son textos, a lo mejor te estás equivocando

El porqué mejor te lo cuento con una historia (que por muchas cosas no me llena de orgullo pero, por otro lado, es una de las cosas que me han formado, y de eso nunca me arrepentiré).

En uno de mis viajes fui el encargado de un bar donde tenía dos jefes. Uno de ellos una vez amenazó a un cliente con un cuchillo.

El otro resultó ser el malo.

 

Te cuento.

 

Mientras esperaba que los trámites de mi ciudadanía europea se resuelvan, recibí una oferta de trabajo de un antiguo empleador.

 

El bar en el que estuve trabajando un año atrás en Copenhague, iba a abrir una nueva sucursal en otra ciudad, y necesitaban a alguien que replique el espíritu del primer bar.

 

Alguien con una sonrisa.

Don de gente, y que se emborrache lo justo para ofrecer un buen servicio.

(En este último punto, a veces se me escapaban las medidas).

 

Ramiro ¿Qué estás haciendo?

 

Ese fue el primer mensaje de Chary. Un descendiente turco, muy hábil para los negocios, y con un carácter irascible.

 

Charly era una de esas personas que no sabías nunca cómo iba a reaccionar ante una noticia.

 

 

Lo mismo le parecía una genialidad y te quería besar en la boca.

O lo mismo te llamaba estúpido.

 

 

El otro jefe, era la parte racional y calma del equipo. Un danés que era el encargado de mantener las locuras de su socio en orden.

 

Estoy en España, esperando la ciudadanía ¿Cómo va el bar?

Respondí.

 

Me comentó de sus planes y que les interesaría tenerme en el nuevo en el equipo.

 

Y a ver.

 

Mis opciones eran:

  1. Quedarme en España en modo turista, sin dinero para ir al bar de la esquina.
  2. Aceptar un trabajo irregular y embarcarme en una nueva aventura (igual era por poco tiempo, en principio).

Yo ya había trabajado con ellos, y sabía que tenían sus cosas, pero la relación había sido buena.

 

Por eso, decidí aceptar.

 

Lo que no sabía, era en el lugar donde me estaba metiendo.

 

Un vuelo y dos trenes después, la aventura con final polémico empezaba

 

Llegué a la ciudad tres días antes de la apertura del bar. En vez de encontrar todo listo, llegué a una obra en construcción.

 

Fue una locura de trabajo a contrarreloj.

 

El día de la inauguración, mientras yo aún estaba preparando cosas en el sótano, el danés bajó para decirme “estamos abiertos”.

 

Yo todavía no había leído ni el menú. Pero a fuerza de sonrisas, fui dejando cliente por cliente contento.

 

El fin de semana de la inauguración quedó atrás, y todo parecía indicar que el lugar iba a funcionar como su primogénito.

 

Pero eso fue un error.

 

El público de aquella ciudad pequeña, no era el mismo que el de Copenhague, y las mesas vacías noche tras noche, aumentaban la presión de los dueños e inversionistas.

 

Las semanas pasaban, los resultados no llegaban, y el inmigrante ilegal que estaba de encargado (o sea yo) hacía malabares.

 

Hasta que unos meses después, recibí la noticia que (solo yo) tanto esperaba.

 

 

“Sr. Gabasio, ya puede presentarse en el Consulado Italiano de Madrid para obtener su pasaporte”.

 

¡La gloria!

 

Solamente quien ha vivido sin el amparo de un sistema que te resguarde, sabe lo vulnerable que es la situación.

 

Si algo pasa, no hay a quién recurrir.

 

Y si recurres a alguien, es porque ya se quemaron todos los puentes y estás en la obligación de confesar.

 

Es el momento donde declaras que estabas “fuera de la ley” y aceptas tu castigo, que con suerte será mejor que la situación que estás viviendo.

 

Y mira que hubo situaciones chungas.

 

Como en la noche de la inauguración, la policía llegó al bar por una denuncia. Al parecer, uno de los dueños amenazó con un arma blanca a uno de la competencia que se presentó en el bar.

(No sé bien qué es lo que pasó. Pero hoy, mirando hacia atrás, tampoco me extraña que haya sido así).

 

En fin. Situaciones problemáticas hubo a montones.

 

Pero la última de todas (la que ya no pude resistir), fue cuando me sentí tan pisoteado que tuve que poner el grito en el cielo.

 

The shit hit the fan

(Esa expresión me encanta. «La mierda dio en el ventilador» ¿Te imaginas?).

 

En cuanto regresé de Madrid, con mi pasaporte bordó, dejé todos mis papeles en orden y ya estaba legalmente viviendo en el país.

 

Lo que significaba una cosa.

 

Mi sueldo ya tenía que ser legal.

 

Con impuestos, vacaciones, y todo lo que se paga.

 

Y esto, por supuesto, significaba desembolsar más dinero al empleador.

Y yo, después de estar tanto tiempo en situación irregular, quería «hacer las cosas bien» cuanto antes. Ya no había excusa.

 

 

Para entonces, yo ya había decidido que eran mis últimos meses en Dinamarca.

Estaba dispuesto a trabajar el último tiempo, y después irme a España.

El primer sueldo llegó por debajo de la mesa con la excusa de “estamos poniendo todo en orden, el mes que viene lo hacemos bien”.

 

Pero el segundo mes pasó algo extraño. O algo que no me lo esperaba al menos.

 

Me envían el recibo de sueldo, y el dinero ya estaba en mi cuenta.

 

Pero cuando reviso en la página de hacienda no aparecía nada.

 

¿Cómo es posible? Tengo el recibo de sueldo que genera su web cuando se paga el salario.

 

Y la respuesta me la dio la única persona que hablaba danés y podía confiar en ese momento.

 

 

— ¿Ves ese texto en azul? Ahí dice “Aplicar”.

 

 

El papel que me enviaron no era el recibo de sueldo. Era una captura del formulario antes de enviar la información a hacienda.

 

Y aun sabiendo con quién iba a tener que enfrentarme, no pude resistir semejante engaño.

 

Llamé por teléfono a Charly, y tras una corta conversación subida de tono, acordamos la reunión.

 

Llegaron los dos al piso, ofendidos por la forma en que les comuniqué mi descontento.

 

(No tenían muchas cosas más a las que aferrarse en su defensa, sabían que estaban en falta, pero reconocerlo significaba pagar más).

 

La discusión siguió, mientras intentaban mantener su postura, sin dar el brazo a torcer.

 

 

“Las cosas van mal y es responsabilidad de todos”.

“Nunca te engañamos, siempre hicimos lo mejor por ti”.

 

 

Y la mejor.

 

 

“Ahora que tienes tu pasaporte, te vas a España y nos dejas solos aquí”.

 

 

Sí, como una pareja teniendo un mal divorcio.

 

Pero lo que siguió a continuación fue la gota que colmó el vaso.

 

 

El “bueno” del equipo, mostró su verdadera cara.

 

En un último intento por quedarse con la razón (y ahorrarse dos duros), me dijo.

 

— ¿Y qué pasa si llamamos a inmigraciones? Tenemos mucha información sobre ti y testigos de sobra.

 

 

Uf.

 

Ahora viene con una amenaza.

 

Con la misma media sonrisa de listo con la que él estaba hablando, le respondí.

 

 

Adelante. Llamemos a las autoridades a ver qué dicen.

 

 

La expresión de su rostro cambió.

 

En ese momento se dio cuenta de que no estaba hablando un sudamericano que no sabía donde estaba parado.

 

Sin que yo le diga más, se dio cuenta de que conocía bien la situación.

 

Que si la cosa escalaba, los que más tenían que perder eran ellos (y por mucho).

 

Y ellos jamás se esperaban que yo cuente con esta información.

 

Se jugó su última carta, la que no solo me dejaría por el piso, sino que también prendería fuego la relación.

 

Y la jugada salió mal.

 

 

Sin llegar a una conclusión, se despidieron de mala gana y se marcharon.

 

Las horas que siguieron fueron muy incómodas.

Recogí mis cosas y me fui lo antes posible a «un lugar seguro», y no volví a hablar con ellos.

 

A los días me fui a España, y comencé mi carrera como copywriter.

(Me divertí mucho en mis años como viajero sin rumbo, pero ya era hora de construir algo, y la mejor forma era volviendo al mundo de la comunicación).

 

A LO QUE VOY.

 

De esta intensa historia, hay algo que deberías saber.

 

Algo que marca la verdadera diferencia cuando decides contratar a un copywriter, que va mucho más allá de los textos.

 

Hay una parte de la historia que se suele repetir cuando me reúno con mis clientes:

 

Después de investigar a fondo el negocio, los clientes y la competencia. Cuando presento los resultados obtenidos, hay una imagen que vuelvo a ver.

LA CARA DE «A ESO NO LO VI».

La misma cara que puso mi jefe.

 

Me explico.

 

Algo a lo que nadie puede escapar, es la falta de perspectiva.

 

Todos estamos tan centrados en nuestro negocio.

Con tanta información en nuestra cabeza.

Que nos cuesta mucho tomar distancia y evaluar lo que está pasando con un ojo objetivo.

 

Entonces.

Si lo que buscas es alguien que escriba para ti como haciendo fotocopias, te invito a ignorar esto. Ni yo soy la persona que buscas, ni tú eres el cliente para mí.

 

 

Pero, en cambio, si lo que necesitas es un profesional con la objetividad suficiente para decirte lo que tienes que saber.

 

Y que tenga la capacidad de trasladar esa información de una forma clara y persuasiva, en soportes que conecten tu producto, con tu cliente.

 

Entonces vamos por el buen camino.

 

Para que evalúe la posibilidad de trabajar juntos, completa los datos a continuación. (Por favor, expláyate tanto como puedas, lo que necesito es información).

 

En cuanto vea este mensaje (que seguro será de lunes a viernes, sacando festivos), te responderé para programar una reunión, o para darte mi mejor recomendación de cómo puedes continuar con otro profesional.

 

Importante.

 

No puedo empezar ningún trabajo antes de 4 semanas.

 

 

Otra cosa (no menos importante, al menos para mí).

Sinceramente, espero que a los protagonistas de la historia les esté yendo bien. A pesar de todo, les guardo cariño y recuerdo los buenos momentos que pasamos juntos. Por cierto, al último salario me lo pagaron con todas las de la ley.4 

Preguntas frecuentes sobre mi servicio de copywriting

Cobro el 50% por adelantado. Si lo que buscas es precio, hay otros mil ahí afuera capaces de “transformar palabras en ventas”.

No. En el copywriting trabajamos influyendo sobre las decisiones de las personas (nos guste o no). Lo que sí te puedo asegurar es que los textos se realizarán siguiendo criterios objetivos de persuasión.

Voy a necesitar toda la información que puedas entregarme de tu negocio, competencia y público objetivo. Eso será la base para comenzar con mi propia investigación.

Normalmente, no puedo empezar ningún trabajo antes de los 30 días. La entrega, depende de la complejidad del trabajo.